He pasado los últimos días pensando qué escribir, cómo decir todo lo que quiero decir. Mi hermano Cay se va a la universidad en Ámsterdam y no tengo las palabras correctas para el adiós. Cuando me mudé a Lima a fines del 2019, nunca pensé que seguiría acá después de cuatro años, tanto en esta ciudad como en la casa de mis papás, a solo unos pasos del cuarto de Cay. No me pude haber imaginado lo que se venía: pandemia, renuncia, aventuras literarias y mucho apoyo. En estos años, Cay ha sido uno de mis pocos constantes, de las pocas rocas que constituyen mi fundación emocional. Mañana se va mi hermano, mi amigo, y creo que aún no me he dado cuenta del todo.
Cay y yo hemos vivido muchas cosas juntos; ataques interminables de risa, aventuras culinarias, experimentos cinematográficos, discusiones intensas, sermones familiares, momentos de pánico y ansiedad, los interminables y famosos favores de mi papá, sudadas en el gimnasio, bocados de nigiris inolvidables, un amor intenso por las series de animé, caminatas en la playa hablando de la vida, sustos médicos, paseos urbanos en el que casi nos atropellan, pérdidas en el casino, conversaciones bajo la influencia del whisky y la hermandad. ¿Qué no hemos compartido?
No es la primera vez que he vivido con Cay y mis papás. Cuando me gradué de la universidad en el 2016, conseguí un trabajo en Miami, dónde vivía mi familia en ese entonces. Decidí mudarme con ellos. No tomó mucho tiempo para que Cay y yo nos hiciéramos inseparables. Cuando me mudé a Nueva York por mi maestría casi dos años después, nuestra despedida me chocó más fuerte de lo que pude haber imaginado. Separarme de Cay y de mi familia no era como antes. La cercanía que teníamos como hermanos era otra. Habíamos compartido lo bueno y lo malo, momentos divertidos y momentos sumamente difíciles. La despedida me dejó un hueco en el pecho por varias semanas. Hoy, que Cay se muda al otro lado del mundo, a la maravillosa ciudad de Ámsterdam, se va cuando más siento que lo necesito, cuando nos hemos vuelto mejores amigos, inclusive más que aquella vez en el 2017.
En inglés denominan a estos momentos como “bittersweet”, algo que se siente profundamente bien pero a la vez un poco triste. No puedo estar más orgulloso de Cay. La felicidad que siento por él en este momento, por la oportunidad que le han dado mis papás con todo el esfuerzo del mundo, es plena e incomparable. Como la varita escogió a Harry Potter sin siquiera él saberlo, tengo el presentimiento de que la Universidad de Ámsterdam escogió a mi hermano de la misma manera y que los próximos tres años serán los mejores de su vida.
Por otro lado, por supuesto, estoy desconsolado. Decirle hasta pronto a una de las personas que más quieres nunca es fácil, aunque sepas que lo verás pronto y que la distancia y el tiempo no son más que una ilusión. Parte de mi no quiere que se vaya pero otra parte no podría estar más contento.
Cay, hermano, amigo, compañero del alma, no tengo palabras. Te quiero dejar con una lección de vida pero la verdad es que últimamente tú eres el que me da consejos a mi. Espero que estés listo para lo que se viene, porque va a ser increíble. Te dejo con una carta escrita en el 2006 por Kurt Vonnegut, uno de esos escritores tan sabios que todo lo que decía podría ser enmarcado en un museo. Cuando no pudo ir a dar una charla en un colegio en Estados Unidos, Vonnegut optó, en cambio, por darle a los alumnos una de las mejores lecciones de vida que se han dado jamás:
Dear Xavier High School, and Ms. Lockwood, and many others:
I thank you for your friendly letters. You sure know how to cheer up a really old geezer (84) in his sunset years. I don’t make public appearances any more because I now resemble nothing so much as an iguana.
What I had to say to you, moreover, would not take long: Practice any art, music, singing, dancing, acting, drawing, painting, sculpting, poetry, fiction, essays, reportage, no matter how well or badly, not to get money and fame, but to experience becoming, to find out what’s inside you, to make your soul grow.
Seriously! I mean starting right now, do art and do it for the rest of your lives. Draw a funny or nice picture of Ms. Lockwood, and give it to her. Dance home after school, and sing in the shower and on and on. Make a face in your mashed potatoes. Pretend you’re Count Dracula.
Here’s an assignment for tonight, and I hope Ms. Lockwood will flunk you if you don’t do it: Write a six line poem, about anything, but rhymed. No fair tennis without a net. Make it as good as you possibly can. But don’t tell anybody what you’re doing. Don’t show it or recite it to anybody, not even your girlfriend or parents or whatever, or Ms. Lockwood. OK?
Tear it up into teeny-weeny pieces, and discard them into widely separated trash receptacles. You will find that you have already been gloriously rewarded for your poem. You have experienced becoming, learned a lot more about what’s inside you, and you have made your soul grow.
God bless you all!
Kurt Vonnegut
Crea arte siempre mi querido Cay, sea lo que sea que eso signifique para ti, y no te olvides de disfrutar el aroma de los tulipanes holandeses. Come muchas papas fritas y stroopwafels y no dejes de ir al gimnasio ni de llamar a ma y pa. Si crees que yo te voy a extrañar, no tienes idea lo que ellos deben estar sintiendo ahora mismo.
Hablamos pronto, Caubrius.
Te quiero,
Marcelo