Nunca fui un niño particularmente miedoso. Tenía mis idiosincrasias, claro. Corría a toda velocidad hacia mi cuarto cuando apagaba las luces del pasillo, rezaba por lo menos dos Padre Nuestros cuando iba solo en el ascensor viejo y dilapidado de mi edificio y a veces me iba a dormir con la televisión prendida después de ver una película de terror. Lo típico. Miedos de la infancia. Pero tenía un miedo oculto algo peculiar; un miedo que hasta hoy tengo e intento controlar. El monstruo de mi armario no era un hombre lobo o un fantasma. Era algo mucho más aterrador.
El monstruo de mi armario no asusta a todos. De hecho, todos lo tienen. Pero la relación que cada uno tiene con él varía mucho. Nos acompaña todos los días de nuestras vidas. Hay incluso personas que se llevan bien con esta criatura. Para mi enamorada Sofía, su monstruo no es para nada un monstruo, es más bien una fiel compañera, una especie de mascota al que le tiene mucho cariño. Para mí es otro asunto. Mi monstruo es un fastidio; es desagradable, malhumorado y nunca me deja en paz. Desde niño, me incomodaba cuando se aparecía y de inmediato salía a buscar a alguien para que se deshaga de él. No quería aceptar que era parte de mi vida y que siempre lo sería. Pensaba que no había forma de volverme su amigo jamás.
El monstruo de mi armario al que tanto le temo es la soledad. Ese sentimiento de que en la vida uno solo se tiene a uno mismo. Ese momento en el que uno siente que tiene que ver hacia adentro por mucho tiempo, sin poder salir del agua para respirar. Parece tan tonto cuando lo digo. ¿Cómo le vas a tener miedo a estar contigo mismo? ¿No es eso lo más esencial que hay? Pero para muchos de nosotros tenerle miedo a la soledad, o quizás no quererla y apreciarla, es tan natural como lo es para los que sí la gozan. Y usualmente se puede gozar de ella porque es algo temporal y libre. Toda la vida he querido tratar a la soledad como una vieja amiga. Quiero invitarla a tomar un café y filosofar de la vida pero admito que me cuesta. Me cuesta estar solo. La pregunta es por qué y cómo hacemos para tener una mejor relación con ella.
Hace unos años, tuve una conversación de esto con mi hermano en la que me dijo algo que hasta hoy me hace reflexionar.
—En prisión, el peor castigo no es que te manden a la celda con las peores personas, los matones, los mafiosos. El peor castigo no es que te quiten la comida o no te dejen abrir la ventana para tomar aire fresco. ¿No es curioso que el peor castigo posible, hasta para personas que han hecho cosas terribles o que han vivido vidas durísimas, es el confinamiento solitario? La soledad, la verdadera soledad, nos aterra. Estar solos significa volvernos locos. Significa algo peor que la muerte.
La soledad es el peor castigo, el peor enemigo del humano. Está escrito en nuestra biología, en nuestra naturaleza familiar. Entonces, ¿cómo hay personas que han conseguido encontrar la paz en su soledad? Durante la pandemia, creo que todos sentimos de cierta manera ese sentimiento de aislamiento. Para los que les tocó sobrellevar el año 2020 solos, fue uno de los retos más grandes en memoria reciente. La importancia de perderle miedo a estar solo va más allá de poder manejar el no estar acompañado. Es aceptarnos a nosotros mismos. Es querernos con mucha compasión. Es tener ternura con uno mismo y disfrutar de nuestra identidad. Vencer el miedo de estar solos es quizás de lo más importante que podemos hacer.
“The greatest thing in the world is to know how to belong to oneself.”
Michel de Montaigne
Hace algunos años, me embarqué en un viaje para aceptar mi soledad. Me mudé solo a Nueva York para hacer mi maestría. Viaje solo de mochilero por primera vez. Decidí estar soltero por unos años para acostumbrarme a no tener un ancla. Establecí una rutina de amor propio y autodescubrimiento. De vez en cuando, salía a comer o visitaba un museo solo para disfrutarme. Salía a caminar casi a diario para ordenar mis pensamientos y meditar sobre mis limitaciones. Últimamente, he abandonado estas prácticas de amor propio y poco a poco he sentido que el monstruo, que se había convertido en mi amigo, está comenzando a tomar otras formas. No voy a dejar que mi amiga la soledad se convierta de nuevo en mi enemiga.
Esta semana tuve covid (sí, por tercera vez). La semana de mi cumpleaños, el cumpleaños de mi mamá y la navidad. Tuve que enfrentarme al monstruo de mi armario en la semana que más quería estar acompañado. No fue una semana perfecta pero puedo decir que acepté mi soledad. Hice paces con el monstruo que ahora llamo compadre, amigo, compañero. ¿Le tengo todavía miedo a la soledad? Diría que es un work in progress. Yo creo que siempre voy a ser una persona que prefiere estar acompañado pero también busco estar cómodo conmigo mismo. Estoy seguro que va a llegar el día en el que diga, “Qué rico, un tiempo a solas es justo lo que necesitaba.” (Y Sofi va a estar en shock cuando escuche esas palabras.)
Apenas pueda salir de mi cuarto, voy a encontrar un día para mi mismo, voy a tener una cita con mi soledad. Solo mi monstruito y yo; mi amigo de la vida. Los invito a hacer algo parecido cada cierto tiempo. Buscar la soledad fuera del día a día. Ir al cine solos o a comer a un restaurante que nos gusta o tomar un viaje sin acompañante. Sea cual sea la relación que tienes con tu monstruo en el armario, es importante darle cariño de manera proactiva de vez en cuando. Abrázalo. Agradécele. Ten una conversación con él. Dile, monstruo, te quiero.
Hacer paz con la soledad es hacer paz contigo mismo. Es decirle al monstruo del armario: “Eres mi persona favorita y quiero pasar tiempo contigo. Gracias por existir.”
Julie te puede contar tanto de la soledad. ha vivido sola por tantos años y acepta y disfruta su soledad, mas que lo que fue su vida en pareja o familia... pensé la ibas a citar, pero no llego... igual me gusto mucho la reflexión. Yo tengo una muy buena relación con mi soledad y con estar conmigo mismo.... lo practico a diario en mi meditación, mi surf, mis caminatas y este año he tenido dos citas conmigo mismo y un viaje solo que he disfrutado mucho. Gracias por compartir mi querido Marce.. TQM