La arena y la montaña
Qué hacer con tu vida, los mejores libros que leí este año y el comienzo del verano
Diciembre. Mi hermano y yo. Como siempre. La arena pegajosa y caliente de la playa bajo nuestros pies. Centenares de pájaros que parten como las aguas de un río. Un sol que solo un Limeño podría describir como sol, un cielo borroso y gris—una amiga dice que el cielo de Lima es de color perla, admiro su optimismo.
Estamos caminando una vez más, como solíamos hacer cada mañana cuando él seguía viviendo por acá, antes de conocer el verdadero significado de la canción “Cuando pienses en volver” de Pedro Suárez-Vértiz. El día anterior, me había hecho una pregunta existencial. Y yo, por supuesto, le ofrecí caminar la mañana siguiente. Caminando se resuelve todo.
Cómo sé que quiero hacer el resto de mi vida, me pregunta Cay, cómo lo descubro.
Bajo la resolana, le intento explicar que la vida, la adultez, no es algo definido, no es un paquete que te entregan cuando cumples dieciocho con una cartita que dice: Bienvenido a ser adulto, la cosa es así… Todo se descubre haciendo y fallando. La vida son pequeñas acciones, poner un pie frente al otro. Probar, fallar, perder. Si te equivocas, no importa, siempre se puede doblar a la derecha o a la izquierda. Hay quienes se descubren a los 10 y quienes se encuentran a los 70. Lo importante es disfrutar el camino, el día a día.
Apunto a la montaña al final de la playa. Casi no se ve por la neblina gris, el cielo color perla, un miasma catarático.
No pienses en la montaña, le digo, piensa en la arena que pisas en camino.
Se me ocurre una escena de “El niño, el topo, el zorro y el caballo” de Charlie Mackesy:
“No puedo ver un camino”, dijo el niño.
“¿Puedes ver tu próximo paso?"
"Sí."
“Solo toma eso”, dijo el caballo.
Cay todavía no sabe exactamente qué quiere hacer en la universidad pero acaso alguien lo sabe del todo, con toda certeza, en la vida, en el trabajo, en el amor, en la familia. En todo esto hay millones de caminos posibles, miles de decisiones que se bifurcan, acciones que se parten infinitamente. Hay tragedias y triunfos, duda y sabiduría. Lo único que podemos hacer es probar, seguir. Tomar el siguiente paso.
Al final de la caminata, nos reímos. Ambos sabemos que cuando le intento dar consejos a Cay, en realidad me estoy dando consejos a mi mismo. Esta vez, me quiero decir: solo toma el próximo paso. No pienses en qué va a pasar cuando publiques la novela, en qué van a decir los que la lean o incluso los que no la lean. No pienses en el resultado, piensa en el camino. De hecho, no pienses tanto, da un paso, mueve el cuerpo, la pierna primero, luego el pie, siente la arena, es imperfecta ¿no?, a veces quema, a veces es dura, nunca es igual, a cada uno le toca un relieve distinto.
No tengas miedo, ni al fracaso ni al éxito. Nadie sabe lo que está haciendo. Ni Barack Obama ni el Dalai Lama. La montaña es solo una ilusión, una idea creada por la imaginación colectiva del ser humano. Lo que importa es la arena, Cay, lo que importa es la arena.
La semana pasada he leído Piranesi de Susanna Clarke. Se ha quedado conmigo. Comienza un poco lento pero cuando agarra viada, se dispara, toma caminos inesperados, te agita con fuerza, te deja sin qué decir. Cuando me pregunten de qué se trata, no sabré cómo explicarlo. Esos son los mejores libros, creo, los que no quieres o no puedes explicar. La versión en audiolibro narrado por el actor Chiwetel Eljiofor es un gran acompañante, una maravillosa narración.
He comenzado algunos otros. Estoy volviendo a leer La ciudad y los perros, un libro que me marcó mucho de chico. Me había olvidado lo grotesco, lo genial, la forma en la que la prosa de Vargas Llosa siempre brilla con una especial lucidez, un ritmo algo endemoniado como Saramago o Faulkner. También he comenzado, por fin, Contarlo Todo de mi profe Jeremías Gamboa. Ese lo voy a leer más lento, con jazz o rock tocando en el fondo. Voy a saborear cada capítulo. Reportaré mis impresiones más adelante.
Fue un buen año de lectura. Leí mucho, pero sobretodo leí bien. Tuve suerte. Aprendí, disfruté, lloré. Pero también sentí asco, odio, pudor. No todo lo que uno lee tiene que ser lindo, idílico, debe haber espacio para lo demás, los sentimientos torcidos, los personajes odiosos, las verdades más crudas. Así que separo mis recomendaciones de los libros que leí en 2023 en dos categorías: lo bello y lo bestia. Tuve la oportunidad de leer muchos más, pero estos son algunos de los que más me marcaron este año.
Lo más bello:
Bonsái, Alejandro Zambra
La Casa de los Espíritus, Isabel Allende
All The Light We Cannot See, Anthony Doerr
Tomorrow and Tomorrow and Tomorrow, Gabrielle Zevin
A Gentleman in Moscow, Amor Towles (recomiendo mucho el audiobook)
The Amazing Adventures of Kavalier and Klay, Michael Chabon
Outliers, Malcolm Gladwell
Cien Cuyes, Gustavo Rodriguez (el audiobook lo narra mi voz favorita en español: Johan Gamarra)
When Breath Becomes Air, Paul Kalanithi
Pachinko, Min Jin Lee
Sapiens, Yuval Noah Harari (otro gran audiobook)
Lo más bestia:
Huaco Retrato, Gabriela Wiener
In The Dream House, Carmen María Machado
Farenheit 451, Ray Bradburry
Ensayo sobre la ceguera, José Saramago
The Handmaid’s Tale, Margaret Atwood
Giovanni’s Room, James Baldwin
The Secret History, Donna Tart (otro gran audiolibro, narrado por Tart)
Jesus’s Son, Denis Johnson
Educated, Tara Westover
Ha llegado el verano. El cielo perla solo aparece de vez en cuando. Lima despierta, los pájaros cantan, el cuerpo suda. Sofi, en su inocencia Guatemalteca de eterna primavera, todavía no entiende lo que significa el verano en Lima; es un movimiento cultural, un renacimiento, un patrimonio nacional; el arte florece, las flores brotan, la música suena, los niños ríen. Ojalá que dure, que la luz no se apague. Hay sol para leer, para iluminar páginas. A los que dicen que prefieren el invierno, para ustedes no hay ceviche.
Se ve la montaña, ahora sí. No hay neblina. Pero qué más da. Estoy disfrutando la arena.