La primera vez
A fines de enero, Sofi me regaló un libro que ella y su mamá aman con todo corazón: La casa de los espíritus de Isabel Allende. Siempre lo había querido leer. Cuando lo terminé la semana pasada, me di cuenta porqué es considerado una de las grandes obras de la literatura latinoamericana. Hace tiempo no me sacudía un libro de esta manera. Hace tiempo no pensaba mientras me acercaba a la última página: “¡Caramba, no quiero que se acabe!” No soy de dar resúmenes ni reseñas porque reconozco que pueden aburrir. Solo diré que la prosa de este libro me masticó como un chicle y me escupió como una hoja seca de tabaco. Me hizo reír, sollozar, enfurecer y enloquecer. Recomendarlo se queda corto. Cuando le comenté a Sofi que me había encantado, me dijo lo que uno suele decir de las experiencias más bonitas: “Uf, cómo me gustaría volver a leerlo por primera vez”.
Las personas somos fanáticas de las primeras veces. El primer beso, la primera cita, el primer carro, la primera vez que confiesas tu amor por alguien. Somos criaturas con una proclividad intensa a la exploración y el descubrimiento, sedientos por ese sentimiento de placer primerizo. En más de una ocasión, he visto una película y leído un libro hasta diez veces, buscando cada vez esa droga inalcanzable. La primera vez que leí La Sombra del Viento de Carlos Ruiz Zafón, recuerdo estar consciente de una nostalgia prematura. Con cada página que leía, me tomaba un momento de pausa para decir: “No, todavía no te acabes, déjame vivirte por siempre”. Lo mismo pasa con los momentos lindos de la vida que se convierten en recuerdos mientras están sucediendo. ¿Quién no ha lamentado el tiempo cuando está de viaje o de fiesta?¿Quién no quiere volver a sentir la plenitud y la felicidad que alguna vez nos dio un recuerdo?
Desde que terminé el libro de Allende, me he quedado pensando toda la semana en primeras veces y la naturaleza efímera de las cosas. Hay una cierta nostalgia que surge al terminar un libro en el que viviste por tantos días y creo que sigo un poco desorientado de haber cerrado ese capítulo y abierto ya uno nuevo. Quiero algún día tener ese efecto en las personas que me leen. Es un sueño ambicioso, lo sé. Toma un nivel de sensibilidad y esfuerzo alucinante para llegar a esas ligas. Pero lo quiero seguir intentando. Hoy, me satisfago compartiendo una lista de las cosas que me gustaría vivir de nuevo por primera vez; recuerdos que me han pasado volando por la cabeza esta semana como pequeños textos de realismo mágico. Esas experiencias fugaces que terminan muy pronto pero que se quedan siempre conmigo. Creo que en esta vida, la melancolía no nos sirve de mucho pero, de vez en cuando, es bonito recordar lo que pasa tan rápido. Estas son algunas cosas que me gustaría volver a vivir por primera vez.
Ver la final del mundial de Catar en familia. Leer Cien años de soledad de Marquez y El extranjero de Camus. Conocer a mi perro Güero, que en ese entonces era una bola dorada de terciopelo que parecía más un peluche que un animal. Probar milanesa con puré. Ver Friends completito. Viajar a Japón con uno de mis mejores amigos y descubrir que no hay bocado más perfecto que un nigiri de atún. Cantar en frente de quinientas personas. Ir a París con mi familia y ver la Torre Eiffel bajo el cielo más azul del mundo. Ir con mi abuelo Papalú a comer pollo a la brasa a nuestro restaurante favorito. Mochilear por Europa. Publicar un cuento y usar los veinticinco dólares que me pagaron para comprar un frappuccino de caramelo en Starbucks y un libro de Donna Tart. Ver a Bon Iver en concierto. Subir hasta la cima del volcán Acatenango y ver la lava explotar hacia el cielo. Oír a mi mamá decir Marce, que lindo escribes. Entrar en ataque de risa con mis hermanos. Vivir en la Ciudad de México. Ganar un campeonato de fútbol americano. Explorar Cusco y Machu Picchu. Vencer el miedo de tirarme de un avión en paracaídas. Pasar una semana en el lago Atitlán con Sofi y su perro Leo. Ver el amanecer en Míkonos. Decirle a Sofi que la quiero.
De vez en cuando es bonito recordar que la vida se vive una sola vez y que las primeras veces se acaban. El libro se acaba, la canción se acaba, la vida, por más que la queramos detener en el tiempo, se acaba. Puede parecer triste pero eso es precisamente lo que nos da propósito y significado: que cada experiencia es única e irrepetible, que la vida está llena de primeras y últimas veces y que cada vez que encuentras algo lindo puedes apreciar su belleza efímera. Quizás no deberíamos lamentar el tiempo sino agradecerle. Gracias, Tiempo, por darme razón para disfrutar la vida. Muy probablemente, esta vida sea la primera y la última.