Primero, antes de saltar al newsletter de esta semana, quería contarles que estos correos ahora tendrán una temática un poco más acotada y específica que antes. Cuando comencé esto, estaba buscando un espacio donde pudiera reflexionar acerca de las cosas que pasaban en mi vida pero en el camino me he dado cuenta que sin un tema específico me cuesta decidir qué va y qué no va en este espacio. En las últimas semanas, he estado pensando en un tweet que el escritor John Green hace referencia en la introducción a su libro de ensayos The Anthropocene Reviewed.
La escritora estadounidense Amy Krouse Rosenthal nos dice algo que todos sabemos pero que a veces es difícil de aplicar: haz lo que más te interesa. ¿Y qué es lo que más me interesa? ¿A qué le presto mucha atención? La respuesta es simple, pero me ha tomado un tiempo descubrirla. Cuando le comenté a mi papá que le quería dar un tema específico a estos correos, me dijo: “Pero, ¿acaso no se tratan ya de la literatura?” Me había pasado toda una semana pensando en cómo combinar los temas que más me gustan, había escrito varias versiones de ensayos que parecían arroz con mostaza, pero nada daba resultado. Todo este esfuerzo para que mi papá me responda la pregunta central en cinco segundos.
A partir de ahora estos correos se van a tratar mayormente de lo que más me interesa: la literatura, las historias. Esto tomará varias formas; a veces partiré de un libro que estoy leyendo, otras veces, me pondré nostálgico, como en el newsletter de hoy, y hablaré de varios libros a la vez. En otras ocasiones, sólo mencionaré un libro brevemente y hablaré más de alguna inseguridad o deseo que quiero explorar. Seguiré tomando varias libertades creativas para que esto nunca sea aburrido o repetitivo, pero al menos tendré algo que decir y ustedes tendrán algo que leer. Habrán, por supuesto, menciones de mis otros amores de la vida—la comida, el cine, la música. Pero habrá un hilo conductor.
En fin, ahora sí podemos comenzar con el correo de esta semana. Se nota que no puedo ser conciso. Sofi dice que le podría hablar hasta a una pared por horas y no me aburriría. Creo que tiene razón. Eso es lo que hacemos los escritores, al final; le hablamos al abismo, a la pared, a ver si alguien responde. Gracias a las casi 200 personas suscritas por leerme y acompañarme. Gracias por ser mi abismo, mi pared. Espero que disfruten de estos correos casi tanto como yo disfruto escribirlos. Por ahora, el newsletter se llamará: “Entre Historias”.
Un abrazo grande.
No ha sido una buena semana. Mi laptop se apagó por lo que parece ser la última vez. No ha dado señales de vida en días y creo que es momento de decir adiós. Son siete años de ser mi compañera fiel y siento que no me pude despedir bien de ella. Esa laptop lo vio todo. En ella escribí mi primera novela, empecé este newsletter, y redacté innumerables y vergonzosas cartas de amor a Sofi. Pensé que teníamos más tiempo juntos, más documentos Word por crear, más viajes de trabajo remoto por emprender. Pero no fue lo único a lo que le tuve que decir adiós esta semana. Varios pares de medias cómodas que ya tenían huecos irreparables, unos zapatos elegantes que ya olían a fábrica de queso cheddar, una mochila que me acompañó a un millar de cafés.
No soy particularmente “cachivachero” ni coleccionista pero sí me cuesta decir adiós. Sigo teniendo una camisa del uniforme de mi colegio firmada por mis amigos de cuando me mudé a México a los 13 años. Las firmas ya están despintadas y la tela ha sido un buffet para las polillas pero no importa cuantas veces me haya mudado, siempre está escondida en algún recoveco de mi armario. A veces es difícil decirle adiós a las cosas aunque sean solo cosas. A veces cargan memorias que pesan.
El último video de YouTube que vi en mi laptop antes de que diera su último respiro se titulaba: “Los libros que rescataría de un incendio”. Qué ironía. Un video acerca de no poder desprenderse de lo material justo antes de que yo me viera forzado a hacerlo. Los libros son sólo tinta impresa en hojas de papel tal como las computadoras son sólo partes de metal y cobre. ¿Por qué, entonces, aparte del dolor de la billetera, me duele tanto decirle adiós a estos objetos? Al igual que los libros, cosas como mi laptop, mi mochila de viajero y mi camiseta del colegio tienen historias dentro. Lo que es difícil dejar ir no es el objeto mismo sino lo que representa.
Entre la memoria de aquel video y el luto material, he pensado qué cosas físicas rescataría de un incendio. Para mi gran sorpresa, no son muchas. Para efectos prácticos, consideremos solo mi cuarto. Sin entrar en mucho detalle, los objetos que salvaría son los siguientes: mi almohada favorita, el cuadro de Hernán Pazos de 1980, la foto enmarcada de Sofi y yo en Nueva York, otra foto con Cristobal y mi papá, mi pasaporte, el reloj que me regaló mi mamá, mi terno azul, y todos mis libros. Es decir, todas las cosas irreplicables, y mis libros, que, a excepción de los pocos con dedicatoria o la firma del autor, son reproducibles.
En el video, el joven tiktoker Jack Edwards, que admito ver seguido, dice que hay algunos libros que simplemente te marcan de una manera muy distinta e inolvidable. Él eligió 15 libros probablemente porque no podía elegir solo 5. Se supone que después de esta semana estoy más preparado para decirle adiós a las cosas materiales, incluido mis libros. Si me puedo despedir de mi laptop, el objeto que más uso en esta vida junto a mi celular, creo que no podría cerrar este newsletter sin antes forzarme a escoger los cinco libros que rescataría de un incendio, aunque me duela elegir. Los cinco libros que rescataría se pueden ver en esta foto:
Carlos Ruiz Zafón alguna vez escribió: “Los libros son espejos: sólo se ve en ellos lo que uno ya lleva dentro.” Si eso es cierto, estos cinco libros no necesariamente hablan de mis gustos sino de mi mismo y lo que estaba pasando en mi vida cuando los leí. Cinco espejos de Marcelo. The Giver de Lois Lowry llegó en el momento preciso, cuando la lectura escolar me había desilusionado mucho y yo creía que nunca iba a ser lector. En los últimos años de colegio llegó L’Étranger de Albert Camus que me enseñó a apreciar el lado absurdo de la vida. Luego, en la universidad me topé con el libro que me convenció de ser escritor: Cien años de soledad de García Marquez. Durante la maestría descubrí que ser un nerd y un escritor bilingüe puede ser algo maravilloso con The Brief Wondrous Life of Oscar Wao de Junot Díaz. Y por último, en el año 2018, llegaría a mi vida el libro que cambiaría la forma de ver mi idioma natal: La sombra del viento de Carlos Ruiz Zafón. Claro que hay mejores libros (aunque difícil ganarle a Gabo) pero esos son los que salvaría del fuego y los que quiero compartir hoy.
No es fácil dejar ir. Ni lo material ni todo lo demás. Las medias, las mochilas, los libros, los recuerdos, las emociones, las relaciones. Pero imaginar de vez en cuando que vas a perderlo todo en un incendio y tienes que escoger las pocas cosas que salvarías, te da perspectiva.
Adiós, querida laptop. Fuiste una gran compañera. No fue una buena semana pero aprendí un poco más a dejar ir. Al menos sé que los libros, las historias, no se pueden apagar para siempre.
Me gusto mi Marce, gcs, me hizo refelxionar que cosas rescataria yo, y son mas de valor sentimental que libros... y si me gusta el reenfoque del newsletter. Focus is better