Una tarde soleada a fines del 2019 estaba sentado en la terraza de una cevichería almorzando con mi padrino cuando me dio un consejo.
—No le cuentes tus metas a nadie, Marce. Si lo haces, estarás convenciéndote que has logrado algo sin siquiera haberlo hecho. No lo digas, hazlo.
Como suele pasar con los consejos más importantes de la vida, me olvidé de esas palabras por completo. Pasé los siguientes dos años contándole a medio mundo (en parte porque nunca paro de hablar) que estaba escribiendo mi primera novela y que todo indicaba que iba a ser el nuevo Mario Vargas Llosa. De hecho, me llegué a engañar a tal punto que cuando le contaba a alguien sobre la idea para mi segunda novela, creía ya haberla escrito sin haber terminado la primera.
Fue recién dos años después, cuando este consejo se apareció en mi mente como un viejo amigo en la puerta de tu casa. Estaba feliz de verlo pero algo confundido de qué hacía aquí.
—¿Qué haces acá, consejo? —le pregunté—.
—Pues, vengo a decirte que no has logrado ni un carajo.
—¿Cómo va a ser, consejo? Pero si llevo trabajando dos años, he ahorrado plata y sigo escribiendo cuando puedo. Además, solo me ha dado covid tres veces. ¿Estoy encaminado, no?
—No te engañes, Marce —dijo el consejo—. No has logrado las metas que tenías. Terminar la novela. Publicar artículos. Lanzar ese newsletter que habías pensado. Te acomodaste. Te quedaste satisfecho con solo anunciarlo. Le dijiste a todos que ya casi terminabas y te lo creíste tú también. Podías pasar semanas sin escribir una sola página y creías que seguías avanzando. Vengo a recordarte algo. No lo digas, amigo, hazlo.
A veces, la vida se pasa volando. La rutina toma protagonismo y los sueños pasan a un segundo plano. Decimos que queremos hacer muchas cosas pero el tiempo se come nuestras palabras. Decimos que queremos perder peso o entrenar para una maratón o renunciar al trabajo que ya no nos hace felices o leer más libros este año. Puedo decir que, en parte, la culpa la tiene el decir más que hacer. Cuando este consejo me tocó la puerta, sabía que tenía que hacer algo.
A comienzos del 2022, renuncié a un trabajo que disfrutaba porque me di cuenta que no estaba creciendo donde quería crecer. Por primera vez, me prometí no hablar mucho y hacerlo. Dije, ahora sí, no hay excusas, lo haces porque lo haces.
En ocho meses, escribí la novela desde cero con más claridad de la historia y logré terminarla. Resulta, claro, que tener las herramientas, los materiales y las instrucciones no significa que construir una casa va a ser fácil. Sigo escribiendo la novela pero he prometido hablar menos del asunto, no por guardar secretos sino para pasar el tiempo haciendo y no diciendo. Todo a su tiempo.
Por eso, hoy escribo sin mucho anuncio. Comienzo una serie de correos que ni sé bien de qué se tratan pero lo hago, me lanzo a la piscina.
Si estás leyendo esto, es porque te he incluido en una lista de desafortunados al cual enviaré palabras, historias, reflexiones lo más seguido que pueda. Semanalmente, quizás. Creo que, por ahora, escribiré de mi vida y las cosas que me hacen pensar. Prometo ser breve —algo que nunca puedo hacer hablando pero sí escribiendo— e intentaré siempre entretener. Somos bombardeados con tanta información, tantas imágenes, tantas palabras en el día a día que no me gustaría ser otro contenido en la cacofonía de lo cotidiano, aunque ese sea el destino más probable de este esfuerzo.
Estos correos se llaman Mi Pequeño Caos no solo porque así se llama mi novela sino porque quiero que se trate un poco de eso, del caos mundano de cada día, de las cosas que me pasan, de las cosas que aprendo, de las cosas que quiero cambiar. Supongo que podría ser categorizado como un diario público en el cual a veces hablaré de hernias, comida, amor, identidad, libros, ciudades, películas, memorias, entre otros.
Para no alargarla, les pregunto a ustedes esto: ¿Qué consejo tienen guardado que siempre han querido aplicar pero no lo han podido hacer del todo? ¿Qué consejo les tocaría la puerta? Por ahora me despido y no digo más.
Me voy a hacer cosas.
No hay mal que por bien no venga.
La persistencia vence a la resistencia.
Mastica mas y come menos… medita mas y chupa menos
Esos son los dos consejos que me han visitado varias veces y no termino de hacerles caso con consistencia…